Celeste Choclin comienza su artículo en la revista Por Escrito N°12 relatando cuatro experiencias con uso de herramientas tecnológicas por parte de niños y niñas, y luego plantea un concepto que recorrerá su escrito: "Percepción sensible: ¿solo la vista? Desde ese lugar saldrá y reingresará en el análisis del impacto de las herramientas tecnológicas en la vida real de la infancia y, por añadidura, de los adultos. En el cierre de la nota, dará rienda a su conclusión: "conectados, pero no embobados".
En esa línea, afirma que "más allá de los discursos meramente optimistas que caracterizaron buena parte del comienzo de este siglo, consideramos que las tecnologías no constituyen un fin en sí mismo, sino un instrumento al servicio de nuestra vida que es real, material y concreta. Muchas veces en los usos dados a las tecnologías se reproducen lógicas de nuestra sociedad como el individualismo, consumismo, violencia…".
Y luego define que "es nuestra práctica cotidiana la que debe desplazar el lugar de la tecnología como fetiche, para ponerla en juego como herramienta al servicio de nuestra existencia. Hacer un consumo responsable de este maravilloso medio que nos proporciona infinitas posibilidades para aprender, interactuar, descubrir, crear, comunicar, escuchar y comulgar con la infinidad de voces que habitan nuestro planeta. Y para ello, el acompañamiento de los niños por parte del mundo adulto es fundamental".
Por Escrito es la publicación temática de Fundación Arcor Argentina, Fundación Arcor Chile e Instituto Arcor Brasil. La revista aborda a nivel regional, temas vinculados con la situación de las infancias y las oportunidades educativas.
Choclin es licenciada en Ciencias de la Comunicación (FCS-UBA), periodista, magister en Comunicación e Imagen Institucional (FWB-UCAECE) y actualmente está ante la defensa de su tesis de doctorado en Ciencias Sociales, sobre Comunicación y expresiones de Teatro Comunitario en América Latina. Además de escritos académicos, colabora con la revista Kine, especializada en cuerpo y movimiento.
A continuación, un tramo de su artículo:
Percepción sensible: ¿solo la vista?
El sentido de la vista hoy se impone fuertemente, en relación a otros sentidos, a través de un mundo mediado por imágenes a partir de diferentes dispositivos (celulares, consolas, computadoras), que interpelan a los más pequeños cada vez desde más corta edad. Esta exacerbación de la vista por sobre los demás sentidos data de los comienzos de la modernidad y se profundiza en la actualidad. Lejos del tacto, gusto, olfato, sentidos que proporcionan cierta cercanía, se ha privilegiado un sentido que remite a la distancia, a la contemplación, a la supremacía de la razón. Señala Le Breton en El sabor del mundo: “Estamos inmersos en la ilimitada profusión de la vista. La vista es el sentido más constantemente solicitado en nuestra relación con el mundo”. Curiosamente este sentido predominante en el mundo occidental puede registrar solo la superficie: “La vista es un sentido ingenuo, pues está aprisionada en las apariencias, al contrario del olfato o del oído que desenmascaran lo real bajo los ropajes que lo disimulan… La vista transforma al mundo en imágenes y, por lo tanto, fácilmente en espejismos”.
Más allá de los problemas de salud relativos al exceso en el consumo de imágenes, como el aumento de la miopía y astigmatismo en los niños, la omnipresencia de este sentido, que privilegia las distancias, produce otros inconvenientes: nos aleja de la experiencia sensible.
Afirma Le Breton (2006) que la condición humana es corporal y las percepciones sensoriales permiten percibir el mundo y otorgarle significado: “Al nacer el niño percibe el mundo como un caos sensorial, como un universo donde se mezclan las cualidades, las intensidades y los datos… Al cabo de semanas y meses lentamente todo ese magma se ordena en un universo comprensible… Lo sensorial se convierte en un universo de sentido donde el niño construye sus referencias, va más allá de sí mismo, se abre a una presencia sensible en el mundo.” Los primeros sentidos que experimenta desde la vida intrauterina, y le darán sentido al nacer, son el tacto y el oído a través del contacto y la voz de la madre, mientras la vista tendrá lugar posteriormente.
Esta experiencia sensible con la que los pequeños suelen interactuar y comprender el mundo que los rodea apela a la memoria, a lo emotivo, a la construcción de identidad. El pensador francés afirma que el olfato y, por añadidura, el gusto son sentidos que evocan recuerdos: “La memoria olfativa se inscribe en el largo plazo; es una huella de la historia y la emoción que las circunstancias reavivan.
Siempre impregnado de afectividad, el olor es un medio para viajar en el tiempo, para arrancarle al olvido migajas de existencia”. Mientras que el oído se dirige directamente a la intimidad, el tacto establece una relación con el entorno que permite percibir e interpretar texturas, temperaturas, rugosidades. Hoy se habla de lo touch, pero lo que se toca es uniforme, todas las pantallas son iguales, por lo tanto no podemos decir que los objetos táctiles pueden reemplazar al tacto, ni que la proliferación de sonidos y el acceso a diversas melodías pueda suplantar a las distintas situaciones de escucha. Tampoco el chat reemplaza a la conversación, de la misma manera que, aunque parezca obvio, un emoticón que tira un beso no es igual que un abrazo, y un juego en solitario, a través de la consola, no despliega el mismo arsenal sensible que el juego en una plaza.
Desde luego que la vista es un sentido maravilloso, el problema es cuando su omnipresencia se impone a la de los demás sentidos. El teatrista brasilero, Augusto Boal, en sus laboratorios teatrales proponía realizar ejercicios con los ojos cerrados, así lo cuenta en El arco iris del deseo (2004): “En la vida cotidiana la función de los ojos es tan variada que los otros sentidos se resignan, se abandonan. Están menos solicitados y acaban por atrofiarse. Es necesario restaurarlos en su plenitud. Cerrando los ojos desarrollamos los demás sentidos, armoniosamente, utilizando la especificidad de cada uno… En el cuerpo humano todos los sentidos se interpenetran. Hay que desarrollarlos en presente y en pasado porque los sentidos tienen memoria”. Una memoria que impulsa la imaginación imprescindible en la infancia y, muchas veces, desplazada en la edad adulta: “Imaginar es crear algo nuevo a partir de cosas ya conocidas. La imaginación mezcla las memorias y sigue hacia adelante. Me atreveré incluso a decir que la imaginación es la memoria transformada por el deseo. Una es retrospectiva; la otra prospectiva”.
VER LA NOTA COMPLETA DE CELESTE CHOCLIN EN POR ESCRITO N° 12 "NIÑEZ Y TECNOLOGÍA".
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