“Nos gustaría generar más espacios donde el arte ocurra, los niños y niñas se sientan protagonistas y todos tengan acceso a materiales de calidad, “derecho a la belleza”, recursos artísticos que estimulen la creación e imaginación propia de cada niño y niña”. (Lucía y Tamara, talleristas del proyecto “Aserrín, talleres creativos”)
En medio de la pandemia, 20 niños y niñas del Barrio Padre Mujica de la Villa 31, en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inventaron personajes y crearon historias como parte del proyecto “Aserrín, talleres creativos” de la Asociación Vamos a Andar, en el marco de la primera edición del Programa Desde el Principio de Fundación Arcor.
Vamos a Andar es una organización barrial comunitaria con más de 15 años de trabajo territorial en el centro de la Villa 31 que, desde la perspectiva de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes lleva adelante diversas actividades para promover la participación infantil.
Durante los meses de asilamiento preventivo y obligatorio, el barrio quedó completamente aislado; fue una de las zonas más azotadas por la propagación del Covid-19 y los chicos no podían salir de sus casas. En ese marco, desde la organización comenzaron a pensar de qué manera acompañar a las familias desde la virtualidad. “Nos preguntábamos cómo podíamos acercarnos en este contexto de pandemia. Nunca dejamos de trabajar con las chicas y los chicos; al contrario, el 2020 fue un año de mucha actividad. Nos acercamos a los niños y fuimos inventando formas de estar presentes y poder seguir acompañando” cuenta Edith, integrante de dicha organización.
Aserrín, talleres creativos
Tamara y Lucía son estudiantes de Artes Escénicas de la Universidad de San Martín y en este proyecto fueron quienes compartieron, durante dos meses, con las niñas y los niños encuentros de arte personalizados, de manera virtual. “Quisimos crear un espacio donde los chicos fueran escuchados, acompañados en su proceso. Que pudieran decir y crear lo que quisieran y que nosotras estuviéramos ahí para guiarlos o animarlos a seguir”, expresa Tamara.
Para llevar adelante esta propuesta pedagógica, que forma parte del Programa Desde el Principio, crearon cajas con recursos artísticos, que contenían diversos materiales. Al abrirlas, los niños “…encontraban una carta de bienvenida con su nombre y con los horarios asignados para el taller”. Cada uno de las y los participantes tuvo un horario propio donde se lo llamaba a través de videollamada o WhatsApp, dependiendo las posibilidades de las familias. Los encuentros fueron de 20 minutos, pero los talleres duraban “lo que los chicos quisieran, podían estar toda la tarde, horas creando sus historias” cuenta Lucía.
Desde la perspectiva de educación para el arte, trabajaron con consignas amplias para poder acompañar el proceso expresivo y creativo de cada niño. “Fue muy importante para los chicos que, en medio de la pandemia y el encierro, alguien llegara, los llamara por su nombre y tuvieran un horario de encuentro propio donde ser escuchados” reflexiona Edith, referente de la organización y agrega que en este proyecto lo más importante fue la presencia personalizada, la capacidad de escucha, de acompañar el camino que cada uno de las niñas y niñas querían tomar “no solo el -te llevo esto-, sino poder escucharles una escucha verdadera con la oreja verde como dice Tonucci”.