El pensamiento desafiante de Tonucci sobre las ciudades

2 octubre 2018
El pensamiento desafiante de Tonucci sobre las ciudades

Escuchar o leer a Francesco Tonucci (Fano, Italia, 1940) es un desafío. Nadie sale igual luego de escuchar a este pedagogo que se ha convertido en la voz de los niños en el mundo adulto. "Los niños ven cosas distintas porque tienen intereses distintos de los nuestros", afirma. Desde ese lugar, pone “patas para arriba” el pensamiento y relato de los adultos.

Su proyecto "La Ciudad de los Niños", lo ha hecho casi un trotamundos. Muchos intendentes de ciudades de nuestro país y el extranjero lo han convocado para escuchar su propuesta de participación de los chicos, y algunos de ellos, la pusieron en marcha en sus gobiernos locales.

Tonucci empezó por su pueblo, Fano, en 1991. Desde entonces, la experiencia se agigantó. Dice que "cuando las ciudades sean buenas para los niños, serán buenas para todos", y para saber qué piensan y qué quieren, el centro es la escucha, es decir, que participen de Consejos de Niños y Niñas en los municipios. La particularidad de su planteo es que invierte el punto de partida de la acción: no son los adultos, sino los niños los que proponen. "Hemos entrado en un camino sin salida, y no tenemos fuerza ni ideas para salir de él", afirma respecto al drama que generan las ciudades en la vida de las personas por sus problemas medioambientales: el tráfico, la seguridad, entre otros. Desde ese lugar, repite una y otra vez que "nos planteamos qué podemos hacer por los niños y la idea es: cómo pueden ayudarnos ellos (a nosotros) para salir de esta encrucijada".

En una entrevista realizada en 1997, en el diario El País de España, Tonucci señaló que las ciudades, los hospitales, las guarderías, los centros comerciales o el asilo separan a los ciudadanos. "Separar, separar y separar a los colectivos de ciudadanos va en contra del espíritu inicial de la ciudad. Y esto se produce porque el contrato con los ciudadanos alcanza un consenso en virtud del voto. Todo se hace a medida de los que votan y no a la de los niños", razona.

Su pensamiento radical se asienta en promover los derechos de la infancia sancionados en la Convención Internacional de los Derechos del Niño.

"El mayor problema de los niños en las ciudades es que nunca están solos entre ellos, sin adultos", sostiene. Uno de sus objetivos permanentes es que vayan solos al colegio o "devolverles" los espacios públicos. "Si devolvemos las plazas a los pequeños, no necesitamos ludotecas. Los adultos deben encargarse de que el barrio sea para todos y de ayudar a los niños", reclama.

Otra de sus afirmaciones sostiene que "hemos destruido las ciudades y es difícil que se puedan recuperar sin algo creativo. No debemos tolerar que un niño no pueda cruzar porque los coches no paren en el paso de cebra. Eso supone considerar los derechos de los coches más importantes que los de los niños".

En esa línea, es crítico del control permanente de los adultos. "Existe un control constante y perpetuo de los pequeños. Esa idea muy novedosa de que el adulto siempre debe estar presente en la vida de un niño es el hecho más grave y el que afecta más negativamente su vida. Antes, los niños podíamos salir de casa solos y pasábamos mucho tiempo libre sin control directo de los adultos. En ese lapso teníamos el desarrollo más fuerte. Era el tiempo del descubrimiento, de la maravilla, de la sorpresa, del placer. Estas experiencias se niegan hoy a los niños".

Dice además que cuando los chicos no van solos, suelen sentirse solos. "Son las dos caras del mismo problema. Por un lado, la imposibilidad de un pequeño de vivir cerca de otros niños porque muchos son hijos únicos, una situación que les resta autonomía. Por otro, el no poder salir de casa, encontrar otros niños y elegir un compañero de juegos. Los pequeños están obligados a jugar con los compañeros, con los hijos de los amigos paternos o con los compañeros de las actividades extraescolares. Nunca han elegido un compañero para jugar, pero un día deberán elegir un compañero para la vida. Y no saben hacerlo". Y agrega: "Los niños que no pueden salir solos de casa, no pueden vivir la experiencia de riesgo que es imprescindible para crecer".

Suele contar una anécdota con un niño en el consejo infantil de la ciudad de Rosario. Durante su intervención, el nene propuso lo siguiente: "Yo creo que los adultos pueden ayudarnos… pero de lejos".

 

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