Leyendas Nacionales VII

24 mayo 2018
Leyendas Nacionales VII

Cuenta la leyenda que hace muchos años el heredero del trono del Imperio Inca tenía una extraña y misteriosa enfermedad y poco a poco estaba muriendo. Las curas, rezos y recursos de los hechiceros nada lograban y desesperaban por no poder devolverle la salud al príncipe al que querían tanto. Fueron convocados los más grandes sabios del reino, quienes afirmaron que sólo podría sanarlo el maravilloso poder del agua de una vertiente, ubicada al sur, en una muy lejana tierra. Decidieron entonces viajar hasta allí en numerosa caravana, superaron muchas dificultades, marcharon durante meses sobre valles y montañas, con frío y con calor hasta que un día se detuvieron ante una quebrada, en cuyo fondo corrían las aguas de un profundo río. Al frente, en el lado opuesto, estaba el manantial, pero… ¿cómo iban a hacer para cruzar?

Todos trataron de buscar una forma de llegar hasta las milagrosas aguas, pero no lo lograron. Mientras tanto el Sol, que ya se estaba por ocultar en el horizonte, vio lo que estaba ocurriendo. La hazaña que los incas habían sido capaces de realizar por amor a su príncipe, no escapó a la vista del Dios y quiso premiarlos. Consultó con la luna, Mama Quilla, y entre los dos decidieron ayudarlos.

Al amanecer del día siguiente, los incas, entre dormidos y despiertos, vieron sorprendidos que frente a ellos, había un ancho puente de piedra y tierra que les habían construido los Dioses de la Luna y el Sol para que pudieran llegar al manantial. Llenos de alegría pudieron conseguir curar a su emperador, quién volvió a gobernar su Imperio durante muchos, muchos años.

Desde entonces al noroeste de la provincia de Mendoza, donde pasa el río Las Cuevas, el mismo que interrumpiera el paso del emperador y sus súbditos, se levanta el Puente del Inca uniendo las dos orillas y bajo su arco siguen pasando torrencialmente las aguas del río.

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