El Programa Aprendiendo a Disfrutar 2025 acompaña iniciativas comunitarias que fomentan el bienestar desde la alimentación, el movimiento y los vínculos saludables.
“Todo lo que hacemos es para tener infancias más duraderas, más felices, más integradas a la comunidad”, dice Flor desde el Jardín Nueva Esperanza, en Lomas de Zamora. A metros del Riachuelo, donde muchas familias viven del trabajo en la feria de La Salada, los chicos aprenden a cultivar una huerta orgánica y descubren que alimentarse también puede ser un acto de amor compartido.
Esa imagen se repite, con matices propios, en doce rincones de la provincia de Buenos Aires (Argentina), donde la vida saludable se construye desde el territorio y la mirada puesta en lo posible.
En 1996, comunidades campesinas de Centroamérica crearon un neologismo, una palabra inventada, para nombrar sus encuentros: “disoñar”, una fusión entre diseño y sueño. Esa palabra cobra vida hoy en Baradero, Salto, San Pedro, Chacabuco, Mar del Plata, Luján, Ranelagh, Quilmes, Moreno y Lomas de Zamora. Son las localidades donde la octava edición en Argentina del Programa Aprendiendo a Disfrutar que acompaña proyectos que no solo diseñan estrategias educativas, sino que sueñan con una niñez más saludable y feliz en sus comunidades.
“Ustedes han diseñado proyectos, pero esos diseños tienen que ver con ciertos sueños que queremos desarrollar en conjunto”, expresó Javier Rodríguez, de Fundación Arcor Argentina, durante el lanzamiento oficial realizado el pasado 15 de octubre.
El programa, iniciado en 2018 como parte de la Estrategia de Hábitos de Vida Saludables de Grupo Arcor y sus Fundaciones, trabaja sobre tres ejes fundamentales: alimentación saludable, vida activa y vínculos saludables.
Las experiencias son tan diversas como los territorios donde nacen. En Chacabuco, el Hogar Convivencial Miguel Máximo Gil lleva adelante Aprender a disfrutar alimentando cuerpo y alma, un proyecto donde 23 niños con derechos vulnerados aprenden sobre alimentos, sabores y texturas mientras cocinan juntos. “Queremos darles la oportunidad de explorar, conocer y compartir”, cuenta Moira, del equipo técnico.
En Lomas de Zamora, la Fundación Organización Comunitaria (FOC) impulsa una huerta comunitaria en el Jardín Nueva Esperanza, donde las familias cultivan verduras, fortalecen vínculos y construyen hábitos saludables. En Salto, el Hogar del Niño está reformando su cocina para ofrecer talleres guiados por una nutricionista y un chef. “Trabajar los hábitos desde el hogar, como si fuera su casa, es muy importante”, explican sus coordinadoras. Y en San Pedro, el centro comunitario Chispas de Luz combina talleres de alimentación con yoga infantil y aprendizajes cotidianos. “Lo integral es todo: el abrigo, el alimento, el juego. Todos los hábitos nacen desde lo más chiquito”, resume Raquel, una de sus fundadoras.
En Luján, el Programa Envión trabaja desde la musicoterapia para promover la empatía y la cooperación. “La música permite una simultaneidad de voces donde todas son importantes”, explica Santiago, del equipo. En Moreno, la Fundación El ARCA impulsa consejos de convivencia en escuelas primarias donde los estudiantes deliberan sobre su vida escolar y proponen soluciones propias. “Si el adulto piensa la solución para los chicos sin escucharlos, algo no va a salir bien”, reflexiona Lucas, uno de los coordinadores.
La calma también aparece como un nuevo aprendizaje. En Ranelagh, la organización NEA creó un espacio de la calma, un rincón para respirar y resolver conflictos sin violencia. En Baradero, el Grupo Amigo de Personas con Discapacidad (GAD) desarrolla una ludoteca inclusiva donde niños con y sin discapacidad comparten juegos y experiencias. “Queremos revalorizar el tiempo libre, darle tiempo a los niños para ser niños, para jugar, para hacer niñez”, dice Morena, voluntaria del espacio.
En Mar del Plata, el Envión del Puerto produce cortometrajes sobre el uso de pantallas y el consumo de alcohol. Con lemas como Despegate y Plantate, los adolescentes elaboran sus propios mensajes de prevención. “Es cine hecho por los jóvenes y para los jóvenes”, dice Gabi, su coordinadora. En Quilmes, el Centro Educativo Abuela Eduarda enseña a usar la tecnología con propósito a través de Bienestar Digital. “Queremos que aprendan que la tecnología no es solo para jugar o ver Tiktok, sino para crear y compartir”, explican sus docentes.
El recorrido se completa con la Casa del Niño y Centro Juvenil Udel Alma de Ranelagh, que amplía sus actividades junto a la murga comunitaria, y con el Centro Educativo 802 de San Pedro, donde 120 alumnos aprenden sobre nutrición a través de cuentos y recetas. En cada lugar, los proyectos nacen de necesidades concretas y se convierten en oportunidades de encuentro, de expresión y de aprendizaje compartido.
El acompañamiento del programa no se limita a la entrega de recursos. Cada organización cuenta con apoyo técnico, formación y seguimiento a lo largo del proceso. “El gran desafío es poder, además de implementar los proyectos, ir pensando estrategias para sostener estas buenas ideas”, destaca Mónica Camisasso, Gerente de Impacto Social de Arcor. “Esperamos que esta sea una nueva edición de mucho aprendizaje para todos.”
El Programa Aprendiendo a Disfrutar no solo financia proyectos, sino que promueve el trabajo conjunto entre escuelas, municipios, clubes, familias y voluntarios. A través de ese acompañamiento, recupera saberes locales, potencia alianzas y fortalece capacidades. En cada territorio, la vida saludable se construye día a día, en los espacios donde se cocina, se juega o se siembra.
Cada uno de estos proyectos confirma que disfrutar, aprender y cuidar pueden ir de la mano. Por eso, desde Fundación Arcor seguiremos trabajando junto a las comunidades para que ese aprendizaje siga multiplicándose en cada territorio.



