Cuenta la leyenda que, en un pequeño pueblito de la Provincia de Jujuy, llamado Purmamarca, rodeado de grandes cerros iguales a todos los que se conocen en el mundo, a un grupo de niños que se habían cansado de que todos los habitantes y los paisajes siempre se vieran tristes y aburridos, se les ocurrió hacer algo para alegrar a su pequeño pueblo. Les preguntaron a sus padres qué podrían hacer, pero ellos no supieron que responder, pensando que sus hijos se terminarían acostumbrando; pero los niños no se dieron por vencidos y decidieron que juntos solucionarían el problema. Juntaron toda la pintura de color que encontraron y cada noche salían de la cama y subían a pintar el cerro. Siete noches repitieron eso y aunque les avisaron a sus padres que estaban saliendo para colorear el cerro, ellos no les creyeron y pensaron que sólo estaban soñando.
Los niños pintaron el cerro con todos los colores que habían conseguido ¡Mientras más colores encontraran, más bello y alegre sería el cerro! Una noche, uno de los mayores se despertó y no encontró a su hijo en la cama; se lo dijo a los demás padres y entonces se dieron cuenta de que ¡estaban todos desaparecidos! Preocupados, decidieron entonces salir a buscarlos. Cuando ya no sabían en donde buscar, se acordaron de lo que los niños habían dicho y levantaron la vista al cerro. Asombrados vieron que el cerro aburrido y triste que rodeaba a su pueblo ¡Estaba pintado en siete hermosos colores! Vieron a todos los niños bajar del mismo, llenos de pintura, corriendo, riendo y llenos de felicidad.
Desde ese día se festeja cada año el día de los siete colores en el pueblo de Purmamarca y desde ese día el cerro que está rodeando el pueblo, alegra a sus habitantes y da vida al paisaje con sus siete hermosos colores.