¿A qué jugamos? Es una pregunta que resuena en cada casa o en el lugar de vacaciones elegido por las familias. Por suerte, el aburrimiento no es un enemigo de los niños y mucho menos, durante el receso escolar, porque hay más momentos disponibles para jugar y sobre todo, para compartir. Cuando hace falta cambiar de juego, siempre aparece alguna nueva propuesta para entretenerse. En ese sentido, es importante que las actividades lúdicas estén combinadas con el movimiento.
Moverse es uno de los condimentos necesarios para que los chicos crezcan sanos y fuertes, logrando mayores beneficios al vincularse con el juego. Al juntarse, los aportes de la actividad física y del placer de la diversión se multiplican para la infancia, y producen alegría, permitiendo el encuentro con otros. A la vez, incrementan la confianza, proporcionan conocimiento biológico, matemático, lingüístico, literario, químico, físico, y corporal, y promueven mejoras en las funciones motoras y cognitivas, entre otras dimensiones.
Por eso, todos los días, incluidas las vacaciones, hay una oportunidad para fomentar la vida activa como parte de los hábitos cotidianos. Es la temporada ideal para ofrecer a niños y niñas disfrutar del aire libre, ya sea en el río, el mar o la montaña, o incluso, en la misma casa, porque el patio puede convertirse en un mundo de aventuras. Sólo basta con que los niños dejen volar su imaginación y elijan cómo y con qué divertirse, y que los adultos dispongan de los espacios y elementos que la estimulen y den lugar al juego.
Además, no hay que olvidarse que “Los grandes también juegan”
Y en caso de que haya que ayudarlos, aquí van algunas opciones:
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