En primer lugar, habría que considerar al humano como un ser sensible dentro de la naturaleza al igual que las otras es-pecies, con la capacidad de pensar y de expresarse con el lenguaje. También poseedor de la voluntad para dirigir sus acciones según valores. Por lo demás, comparte con las de-más especies y reinos (mineral, vegetal y animal) los mismos principios vitales y reúne en su cuerpo físico a los otros tres. El recién nacido es en sí “la semilla de lo humano” y, como tal, encierra la síntesis de aprendizajes que le son dados por la genética y las bases biológicas (las capacidades biológica-mente determinadas). A su vez, esa semilla necesita un en-torno humanizante que le proporcione las condiciones para desarrollarse y prosperar; así por tal motivo consideramos fundamentales tanto las capacidades dependientes de la experiencia individual, como aquellas capacidades que se generan a partir de la apropiación de los logros de la cultura. SEGUIR LEYENDO SEGUIR LEYENDO El niño y la niña como semilla de lo humano