La educación para el desarrollo sostenible, particular-mente con relación al cambio climático, viene cada vez más ganando lugar en los debates regionales y globales sobre políticas educativas. Estará, por ejemplo, entre los temas centrales que debatirán las Ministras y Minis-tros de Educación en la Cumbre Mundial de Educación de 2024², retomando no solo los compromisos como expresados en los Objetivos de Desarrollo Sostenibles³, sino más bien las crecientes evidencias de cómo la de-gradación ambiental va generando más desplazamien-tos forzados de miles de personas, y poniendo en riesgo la propia vida en el planeta. El informe Learning at risk: the impact of climate displa-cement on the right to education (UNESCO, 2023)⁴ señala que el número de personas desplazadas por el clima en todo el mundo se ha disparado, pasando de 23,7 millo-nes de desplazamientos internos causados por desas-tres (en 2021) a 32,6 millones (en 2023). Se ha estimado que el cambio climático podría obligar a alrededor de 216 millones de personas de seis regiones del mundo a desplazarse internamente en el año 2050 (Banco Mun-dial, 2021). En las Américas, los desastres climáticos son la primera causa de dicho desplazamiento; y más de la mitad de la movilidad es debido a tormentas e inunda-ciones. Entre las regiones más sensibles a las migra-ciones y desplazamientos relacionados con el clima se encuentran los Andes, el Noreste de Brasil y los países septentrionales de América Central. Como agravante, el número de eventos climáticos extremos se triplicó en los últimos 30 años. El Informe Especial sobre Emergencia Climática y Dere-chos Humanos en las Américas (CIDH / REDESCA) des-taca que los efectos del cambio climático y la degrada-ción ambiental resultan particularmente graves para aquellas poblaciones que están en situación de espe-cial vulnerabilidad o de discriminación histórica, pese a que contribuyen muy marginalmente a las emisiones de efecto invernadero (las mujeres, las niñas, niños y ado-lescentes, los pueblos indígenas, las personas afrodes-cendientes y las personas que viven en zonas rurales o viven en la pobreza). El Índice de riesgo climático infantil de UNICEF revela que mil millones de niños, niñas y adolescentes (NNA) corren un “riesgo extremadamente alto” de sufrir los impactos del cambio climático. Esto es casi la mitad de todos los NNA. No sólo son más vulnerables que las personas adultas al clima extremo, los peligros tóxicos y las enfermedades que causa, sino que el planeta se está convirtiendo en un lugar más peligroso para vivir. Se pronostica que sequías, incendios y tormentas cada vez más catastróficas empeorarán a medida que nues-tro planeta siga calentándose. Importantes sistemas de alimentos y agua fallarán y se espera que ciudades en-teras sucumban a inundaciones destructivas. Por primera vez, el Comité de Derechos del Niño (CDN) publicó, en 2023, una Observación General relativa a los derechos del niño y el medio ambiente, con particular atención al cambio climático (CRC/C/GC/26), enfatizan-do que “El alcance y la magnitud de la triple crisis plane-taria, que comprende la emergencia climática, la pér-dida de biodiversidad y la contaminación generalizada, representan una amenaza urgente y sistémica para los derechos del niño en todo el mundo. La extracción y uso insostenibles de recursos naturales, junto con la polu-ción generalizada provocada por la contaminación y los deshechos, han tenido un profundo impacto en el medio natural, que ha exacerbado el cambio climático, intensi-ficado la contaminación tóxica del agua, el aire y el sue-lo, acidificado los océanos y destruido la biodiversidad, así como los ecosistemas mismos que sustentan toda forma de vida” (art. 1).